miércoles, 15 de febrero de 2012

A veces, solo a veces.


Era una noche de tormenta. Le encantaba apoyarse detrás del cristal para sentir el frío que las gotas dejaban detrás de la ventana y respirar cerca condensando el aire que sus pulmones ofrecían. Le hacía sentir viva. Quizás eran horas, pero ella disfrutaba de una forma extrañamente placentera los enfados de la naturaleza: el resplandor de los relámpagos abriéndose paso en medio de la noche, que jugaba divertido con la luz de sus ojos. Era el único momento en el que podía dejar sus miedos aparcados, o puede que por un instante, los liberara en medio de la tormenta y dejara que se unieran a la aventura natural de la corriente eléctrica que iluminaba el oscuro manto. Sentía paz en medio de aquel baile de luz y agua. Pero cuando el ruido de la tormenta iba disminuyendo, parte de ella iba desvaneciendo hasta consumirse tanto como lo hacían las gotas que dejaba el vaho de su respiración. Parte de ella se iba con la despedida de los rayos que dividían el techo salpicado de estrellas. Y una cosa estaba clara...ella era la que más brillaba, aunque siguiera esperando apoyada en el cristal, mil tormentas más para sentirse tan viva, así, detrás de la ventana, haciendo y deshaciendo a su antojo, los deseos irrefrenables de bailar bajo la lluvia, solo con la música que le tarareaba tan bajito, aquella voz imaginaria al oído. A veces, ella era yo. A veces algún día, fuí ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario